(Imagen Ilustrativa Infobae)
“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, para que este objetivo se cumpla, es necesario que los profesionales de la salud sean ejes fundamentales de la vida diaria de la sociedad. La denominada Medicina Narrativa se centra en este punto, no solo al mejorar la relación con los pacientes, sino también al potenciar el bienestar de los médicos.
“La Medicina Narrativa es una disciplina que surgió a principios del 2000 en Estados Unidos. Fue bautizada por Rita Charon, quien es la principal representante. Ella parte del doble problema que vemos y vivimos en la actualidad: la sensación de deshumanización que reciben los pacientes y familiares en el trato profesional y, por otro lado, la crisis de la valoración o autovaloración que se refleja en el burnout de los profesionales”, explicó a Infobae el doctor Carlos Tajer, cardiólogo, Consultor de Cardiología, ex Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital El Cruce y expresidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Para decirlo de otra manera, son las bases de la relación entre los pacientes y los profesionales de la salud; y se trata de situaciones que influyen negativamente en ambos. Por ejemplo, en los primeros, es entender qué les ocurre o por qué les sucede, además de sentirse escuchados y acompañados (elevando las tasas de adherencia a los tratamientos); mientras que para los segundos este concepto se puede traducir en el impacto de la atención en su propio bienestar y salud mental.
Lo cierto es que las actividades vinculadas con mejorar la comunicación dentro del área de los profesionales de la salud se han desarrollado en el país desde hace un tiempo, y ejemplo de esto son las que se realizan en el Hospital Italiano de Buenos Aires, el Hospital El Cruce y el Hospital Británico. Sin embargo, con la creación de la Sociedad Argentina de Medicina Narrativa (SAMEN), la cual se encuentra bajo la órbita de la Asociación Médica Argentina (AMA), se busca incluir este enfoque en las prácticas de los profesionales de la salud, tanto en instituciones formativas como asistenciales.
“Me dijo qué tenía, pero no entendí”. Esta frase aún hoy puede ser común para un gran número de pacientes, un aspecto que la Medicina Narrativa busca revertir. Esta disciplina, aunque aún no cuenta con una vasta trayectoria, tiene, entre sus objetivos, enriquecer el vínculo entre los profesionales de la salud y aquellos que quieren ser sanados, con el firme horizonte de jerarquizar la percepción de esta práctica.
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“La profesión médica, en los primeros años, es de imitación. Es decir, se estudia en los libros y después se hace lo que hacen los colegas con más experiencia”, explicó Tajer, quien es un referente nacional de la Medicina Narrativa. “Hay residentes de cuarto, tercer, segundo y primer año; y éstos hacen lo que el jefe de residentes le indica. Si él informa una muerte a los familiares de una manera particular, se trata de copiar eso, y si se copia sin reflexión puede ser que haya un mentor humanizado, pero también puede no serlo”, agregó.
Este es solo un aspecto, ya que también aborda uno de los puntos esenciales de las consultas: la anamnesis. De acuerdo a la Real Academia Nacional de Medicina de España, se trata de la parte inicial de la historia clínica de un paciente que consiste en la “recogida ordenada y pormenorizada de información sobre la enfermedad que motiva la consulta, los antecedentes patológicos personales y familiares, los hábitos potencialmente dañinos y el estilo de vida general del enfermo”.
Dicho de otra manera, es la charla que se realiza durante la consulta médica en la cual el profesional le pregunta al paciente sobre antecedentes familiares, situaciones específicas o dolencias. “La anamnesis se basa en la memoria del enfermo, pero debe ser dirigida por el médico una vez que este se ha formado un criterio inicial sobre el proceso que lo afecta”, afirman desde el ente español, quienes advierten que “es la primera toma de contacto entre médico y enfermo”, además de ser un momento clave para el diagnóstico.
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En ese sentido, Tajer señaló: “Nos encontramos con pacientes que nos presentan una narración, un relato de sus problemas, que debemos ser capaces de interpretar desde el punto de vista biomédico, para ver cuál es el diagnóstico, qué es lo que nos está contando, si tiene alguna sospecha de una enfermedad definida. Pero, por otro lado, nos está contando cómo vive este problema que lo está mortificando, y la intención es que los médicos nos entrenemos en poder escuchar mejor esos relatos, interpretarlos adecuadamente, recrearlos incluso trabajando con técnicas de escritura, que es una forma de entrenamiento para medicina narrativa y, a su vez, mejorar la comunicación”.
Dicho de otro modo, las habilidades narrativas son, en primer lugar, aquellas que permiten escuchar con tranquilidad y empatía los discursos y relatos que los pacientes y familiares realizan. Pero, además, en este proceso se entrenan para interpretar lo que ocurre en la consulta médica mediante una serie de talleres en los que, incluso, reflexionan sobre lo que ellos mismos viven, los miedos sobre su propia salud y la de sus familiares, ya que se trata de un momento de recreación personal.
Para tratar este tema fue publicado el libro “¿Qué es la medicina narrativa y cómo se practica?”, que fue coordinado por Tajer y Elizabeth Gothelf y auspiciado por Gador, en el que se recopilan experiencias de diversas provincias y contextos en Argentina; y se muestra las formas en que esta disciplina se aplica, con una sección teórica, pero también condensa una serie de experiencias de los propios profesionales de la salud.
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La comunicación médico – paciente es solo un punto de la Medicina Narrativa, ya que otro aspecto esencial es el bienestar de los profesionales de la salud. En distintos momentos, antes y después de la pandemia, se han realizado estudios sobre cuál es el estado de salud en el que se encuentran los médicos, con resultados preocupantes.
“Un estudio de la Sociedad de Cardiología, en Argentina, mostró que el 75% de los encuestados cumplían puntajes de burnout, un porcentaje muy elevado y peligroso porque los médicos quemados no atendemos bien. Si es personal, debo buscar apoyo para superarlo; pero cuando abarca al 75% de los cardiólogos, ya no es un tema personal, es estructural. Estamos hablando de un sistema con consultas muy cortas, remuneración baja y altas exigencias, donde no se valora a los profesionales”, señaló el experto.
En ese sentido, indicó que “la persona que decide hacer medicina, es porque tiene algún tipo de sensibilidad particular hacia los enfermos y piensa que los puede ayudar. Es una carrera vocacional sin ninguna duda, pero el entrenamiento profesional es un entrenamiento antipático. Muchos estudios muestran que en los primeros años de Medicina, los estudiantes son muy compasivos y sensibles; pero cuando entran en la etapa hospitalaria, se van haciendo más duros”.
“Hicimos un ejercicio en la Sociedad de Cardiología y pedimos a los médicos que escribieran un relato de una página sobre su vida profesional, con algunas consignas. Una de ellas era la primera muerte que les tocó asistir o recuerdan en su vida profesional; los relatos son desgarradores y conmovedores”, recordó Tajer.
“Uno puede negarlo y decir ‘esto no me afecta’, pero es imposible y no elaborarlo hace que uno se vaya alejando de la relación emocional con los pacientes. De este modo se desarrolla, lo que llamamos lunfardo médico, como ‘la cama cuatro’ en lugar de llamar al paciente por su nombre. Es un mecanismo de defensa lógico y entendible, pero complejo”, destacó el experto.
Al tiempo que resaltó que este aspecto también se aborda en los talleres de Medicina Narrativa: “En el Hospital El Cruce tenemos un encuentro semanal para todos los residentes de los primeros años. Se charlan temas con guías a través de una coordinadora, que es la doctora Beatriz Carballeira, ahí se comenta, se escribe, se leen textos y se va elaborando grupalmente lo vivido durante los primeros años”.
De esta manera, se busca revertir esta suerte de mecanismo de defensa. “Uno se va protegiendo de la cantidad de problemas y tragedias que va asistiendo todos los días. Eso tiene un impacto porque la conmoción sensibiliza y afecta emocionalmente, y provoca lo que se llama burnout”, resaltó.
“El año pasado, estuve con Rita Charon, la creadora del movimiento, ya que estamos traduciendo un libro suyo; y le comenté el tema del 75%. Me dijo: ‘El burnout no se cura con yoga’ y no es que descrea del yoga, sino que debemos trabajar sobre el sistema de salud. Uno de los momentos más dolorosos fue con la pandemia. Al principio, la gente salía aplaudir desde los balcones, pero después querían echarlos de los edificios por miedo al contagio. Muchos tuvieron que alquilar departamentos para no tomar contacto con sus familias”, indicó Tajer.
En esa línea, resaltó que “el reconocimiento público a ese esfuerzo es nulo, no se habla de lo que fue realmente una vanguardia heroica. Todavía tenemos monumentos a los médicos que fallecieron atendiendo la epidemia de fiebre amarilla en 1871, y con el COVID también pasó, pero no ha habido reconocimiento y eso fue un golpe muy fuerte. Los médicos estamos completamente superados por una realidad absolutamente adversa: con consultas muy cortas, remuneración baja y altas exigencias, donde no se valora a los profesionales”.
Sin embargo, Tajer aclaró que estos puntos no son los únicos que afectan a los profesionales de la salud. “No es solo el dinero, sino el reconocimiento que la sociedad brinda y eso es muy relevante. Hay muchas inquietudes en el mundo sobre el bienestar profesional y establecer estrategias de bienestar para los profesionales de la salud, no solo para los médicos sino también para los enfermeros y los otros actores de la salud, es un paso muy importante. Varias instituciones en el mundo ya están comenzando a trabajar en esto”, recalcó.
De acuerdo al experto, el burnout afectaría de manera diferente a los profesionales de la salud, dependiendo de la especialidad. “El estudio se hizo en cardiología, pero hay diferencias entre especialidades. Las más complejas son anestesia y cuidados intensivos, sin duda. La anestesia es una práctica que no se ‘luce’, pero el cirujano sí. Cuando uno trabaja en un consultorio, habla con los pacientes y se desarrollan vínculos afectivos; pero el anestesista solo ve a los pacientes en forma puntual y cuando están inconscientes. Entonces, se carece de esa gratificación afectiva, algo que también ocurre en los cuidados intensivos no coronarios, porque en la unidad coronaria los pacientes están despiertos, pero en cuidados intensivos el 90% está intubado”, explicó.
“Cuando formamos la SAMEN escribimos una misión y una visión. Y nuestra visión es que estas actividades sean parte integral de la actividad institucional, con un departamento de bienestar profesional que promueva diferentes actividades, incluyendo medicina narrativa. Estamos en un momento crítico y sorprende la cantidad de vacantes de residencia que hay. Necesitamos colegas, enfermeros, médicos, psicólogos a cargo de esto, entrenados en técnicas de medicina narrativa con formación teórico-práctica. Nuestro sueño es que esto sea parte integral de la vida institucional de los profesionales, que exista y tenga relevancia”, dijo Tajer.
Y concluyó: “No solo es cómo decir las cosas, sino que hace a la adherencia a los tratamientos, a la curación y es una forma de elaborar los problemas de la profesión”.