Distintas han sido las reacciones en la opinión pública tras conocerse el fallecimiento de la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, residente de cirugía de la Universidad Pontificia Javeriana de Bogotá. Esta semana, precisamente, la discusión se ha centrado en la salud mental de los estudiantes universitarios, en especial de los residentes, médicos autorizados para ejercer su profesión en Colombia y que requieren prácticas formativas.
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Hasta ahora, algunos de los actores y voces relevantes del sector salud se han pronunciado lamentando y enfatizando que los problemas de salud mental asociados al estudio de carreras de salud no son nuevos y que hay que tomar medidas para garantizar el bienestar de los estudiantes y evitar que se repitan casos como el de Gutiérrez Zuluaga.
De hecho, el rector de la Universidad Javeriana, el padre Luis Fernando Múnera, reconoció en una entrevista con EL TIEMPO que se han identificado casos concretos de maltrato y acoso de profesores en la institución académica.
La Asociación Nacional de Internos y Residentes (Anir) —creada hace más de 60 años— fue la primera entidad en pronunciarse tras conocerse el deceso de la doctora Zuluaga y, mediante un comunicado, elevó un duro llamado advirtiendo la necesidad de crear espacios de diálogo para trabajar en la construcción de rutas de salud mental y de prevención de violencias en las instituciones académicas.
EL TIEMPO se comunicó con Cindy Viviana Rodríguez, residente de pediatría de la Universidad Nacional y actual presidenta de Anir Regional Centro (Bogotá), para conocer cuáles son las preocupaciones más recurrentes entre médicos residentes.
¿Cómo han reaccionado ante el fallecimiento de la doctora Zuluaga?
El caso de la señora Catalina es el reflejo de un problema estructural que viene sucediendo hace muchos años, incluso décadas. Nuestros docentes nos comentan que ellos se formaron en ámbitos violentos en el sentido, por ejemplo, que debían pasar hasta cinco días dentro de un hospital. Este comportamiento se normalizó hasta el punto de que el ejercicio formativo debe tener esas condiciones. Nosotros no es que estemos en contra de la calidad, no es que estemos en contra de la rigurosidad clínica, como algunas personas quieren hacerlo ver, sino que estamos diciendo, se educa sin necesidad del insulto, del grito, en ocasiones del golpe.
Los insultos, los malos tratos, las jornadas extenuantes, ¿es un común denominador en el ambiente de los residentes médicos?
Realmente es algo que es muy común y que no se limita solo a la Universidad Javeriana. La idea no es estigmatizar a la Javeriana o pedir que cierren la Javeriana porque es algo de todas las universidades, realmente tendrían que cerrarlas a todas. Son de muchas a nivel nacional, son de muchos programas. Te lo pongo así: leímos una denuncia de un residente encargado de conocer y valorar hasta 60 pacientes de un piso, algo que no tiene sentido común, no tiene como tal un efecto académico porque no vas a poder a profundidad tus estudios. Los hospitales más o menos tienen un médico para cada 14, máximo unos 20 pacientes, pero un médico para 60 pacientes no pasa ni con el ejercicio médico general o el médico especialista, pero si se los ponen a los residentes.
Y estamos hablando de residentes…
Exactamente. Imagínate un residente de primer año, en su primer o segundo mes, donde no adquirió las habilidades del especialista, haciéndose cargo y responsable por 60 pacientes de alta complejidad.
¿Qué otras denuncias han recibido en Anir?
Por ejemplo, hace poco recibimos un caso en el que nos decían que debían entrar a las 4 de la mañana y salir a las 9 de la noche durante días seguidos; eso es más de las horas permitidas por semana según la ley de residentes (no podrá superar las 12 horas por turno y las 66 horas por semana). Hemos tenido también denuncias de golpes, incluso, estamos terminado un estudio de Anir Valle en el cual el 12 por ciento de los encuestados afirmó que recibió en algún momento violencia física por sus docentes.
En ese sentido, ¿han podido evidenciar maltratos de residentes hacia profesores?
La idea es entender que no es residentes versus profesores, sino es residentes versus un modelo de enseñanza que no es el adecuado. Hay profesores maltratadores pero otros muy buenos que nos acompañan en el proceso. Nosotros tenemos prácticas en algunos hospitales no con profesores, sino con los médicos asistenciales, que no tienen ninguna formación en la facultad pedagógica, que no tienen docencia y por lo tanto uno básicamente va al lado de él, él le revisa a uno de sus pacientes, pero no hay una academia allí y ellos también pueden ejercer maltrato. Entonces esta es una situación un poco más compleja porque la universidad no puede hacer una intervención directa, sino que ya toca a través de los convenios docencia-servicio reunirse con el hospital y que el centro médico entre a revisar cuál es la situación que está pasando e intervenir.
¿Cuál considera que podría ser ese modelo adecuado para que casos como el de la doctora Zuluaga no se repitan?
No es posible que al que se pase un semáforo en rojo llegue el policía y lo golpee. El golpe es algo que ya es absurdo. No es necesario humillar a la gente, no es necesario gritarlo en frente de los pacientes, de los familiares, porque además esto daña la relación paciente-médico de entrada. Entonces el modelo pedagógico se debería profundizar en el acompañamiento, en el crecimiento de la curva de aprendizaje. Tener muy claro qué es lo que es ser un residente de primer año, qué es lo que es ser un residente de segundo año, qué es ser un reciente de tercer año y así. Y en los casos que uno vea que el estudiante no está obteniendo esos aprendizajes, hacer un acompañamiento y evaluar cuáles son las falencias.
¿Los maltratos y el mal ambiente son consecuencia de las dinámicas propias de la carrera médica?
La rigurosidad, exigencia y calidad no van de la mano con el maltrato. Uno, por ejemplo, sabe que hay rotaciones que son más pesadas, sobre todo en el primer año, el ambiente cambia si el profesor está presto a resolver mis dudas. Todo se basa en equilibrar las cargas y el trato.
¿Considera que las facultades de medicina tienen mecanismos o programas para mitigar este tipo de situaciones?
Realmente no, pasan varias cosas. Uno, no hay un conocimiento de rutas para este proceso, ni tanto en los hospitales, ni en las universidades. Dos, algunas veces esos procesos son revictimizantes en el sentido que, por ejemplo, reenvían la queja directamente a la persona en cuestión y eso empeora el trato. Tres, hay personas que tienen más de una queja y es muy recurrente y no se hace absolutamente nada. Entonces, eso demuestra que está fallando el sistema que se encuentra actualmente para dar trámite a estas situaciones.
¿En promedio cuántas quejas pueden recibir como organización?
Solo el pasado fin de semana recibimos 150 denuncias de diferentes partes del país, como Cartagena, Pereira, Bogotá, Valle del Cauca y Santander.
REDACCIÓN SALUD