El ADN es la molécula fundamental del cuerpo humano, portadora de información genética y responsable de las características que hacen a cada ser humano un individuo único y diferenciable del resto. Desde su descubrimiento en 1953, el ADN ha estado en el epicentro de muchas investigaciones que tratan de desvelar la secuencia completa de material en él, buscando qué parte de la molécula responde a cada carácter humano y enfocándose en el desarrollo de una medicina personalizada.
Ahora bien, aunque el ADN es una parte realmente esencial para la vida, existen algunos aspectos que todavía son poco conocidos. Desde la sorprendente similitud que compartimos entre los humanos, hasta la inmensa longitud de la cadena de nucleótidos, el ADN está lleno de curiosidades que te invitan a maravillarte y a reflexionar sobre la complejidad y, al mismo tiempo, la diversidad y la belleza de la vida.
Los humanos compartimos 99,9% de nuestro ADN
Sí, aunque de primeras parezca una cifra descabellada, todos los seres humanos compartimos prácticamente el 99,9 % de nuestro ADN. De hecho, esa asombrosa similitud genética es la base de nuestra especie, siendo solo el 0,1% restante el responsable de las variaciones individuales que nos convierten en seres únicos. No obstante, la influencia del entorno es un elemento a tener en cuenta también: los factores ambientales, como la alimentación, el estilo de vida y otros hábitos pueden tener un impacto significativo en nuestra biología, incluso cuando compartimos una cantidad tan grande de genes.
Y no termina ahí: aunque nos veamos muy diferentes de los chimpancés, con quienes compartimos el 98% del ADN, nuestra conexión con el reino vegetal es también sorprendentemente cercana: el porcentaje que compartimos con una col se sitúa entre el 40% y el 50%, todo ello debido a la continuidad evolutiva que une a todas las formas de vida de nuestro planeta.
El gran volumen del genoma
¿Te has parado a pensar en lo inmensamente grande que puede llegar a ser el genoma? En el caso de una mujer humana, con 46 cromosomas de tipo XX, su genoma cuenta con, aproximadamente, 12.859.525.002 nucleótidos. Mientras que, por otro lado, en el caso de un hombre con 46 cromosomas y cariotipo XY, esta cifra es algo menor pero igualmente colosal: 12.661.898.042 nuecléotidos. Es decir, si imagináramos a cada uno de esos nucleótidos como una letra en un libro de texto, el genoma humano ocuparía cerca de 8,5 millones de páginas: ¡algo así como una biblioteca de más de 8.500 libros!
Pero ese enorme conjunto de información genética no es solo una acumulación aleatoria de datos, sino que en ese ADN se albergan entre 20.000 y 25.000 genes que codifican las instrucciones esenciales para el desarrollo, el funcionamiento y la reproducción de los seres humanos. Cabe destacar que es justamente esa inmensa cantidad de información genética la que refleja la complejidad y la diversidad que tanto caracteriza a nuestra especie.
El legado neandertal en el ADN
Los seres humanos llevamos en nuestro ADN algo así como un libro de nuestra historia. Y es que en el material genético del núcleo celular se puede hallar un testimonio de nuestro pasado evolutivo: entre un 1% y un 4% sería compartido con los neandertales, una especie cercana pero distinta al Homo sapiens que se extinguió hace cientos de miles de años. Este descubrimiento revela que, en algún momento de la historia, los homo sapiens y los neandertales compartieron el mismo territorio y el mismo antepasado común, dejando una huella genética que persiste en nuestra especie.
Investigaciones recientes han llegado a profundizar en el papel de estos genes dentro de nuestra biología, destacando que, incluso, tienen cierta relevancia en nuestro sistema inmune y en otros aspectos de nuestra biología. Concretamente, para un estudio realizado en la Universidad de Cornell se utilizaron datos genéticos del Biobanco del Reino Unido, identificando hasta 235.000 variantes genéticas con posible origen neandertal. De ellas, casi 4.300 parecían estar ligadas a características humanas relacionadas con el metabolismo, el desarrollo o el sistema inmune.
El ADN de la Paris Japonica
¿Y sabías que hay una flor cuyo genoma es 50 veces mayor al del ser humano? Se trata de Paris japonica, una especie de planta blanca originaria de Japón que posee casi 150 millones de pares de bases en su genoma. Sin embargo, en el mundo de la genética, el tamaño no siempre es una ventaja: aunque este impresionante tamaño podría sugerir una gran complejidad genética, todo apunta a que, en realidad, puede llegar a suponer una desventaja evolutiva para la especie.
Esta problemática derivaría de las implicaciones prácticas de tener un genoma tan grande. Cuanto mayor es, más difícil y largo se vuelve el proceso de duplicación celular, un aspecto realmente esencial en la reproducción, crecimiento y desarrollo de los organismos. Esta dificultad puede derivar en una menor eficiencia en la reproducción y, consecuentemente, en una disminución de la probabilidad de supervivencia de la especie.
Así, no cabe duda que el ADN es un verdadero registro de la historia evolutiva. De hecho, todo apunta a que, aproximadamente, un 8% de nuestro genoma está compuesto por ADN perteneciente a retrovirus, una clase de virus que ha logrado integrarse en nuestro material genético y persistir a lo largo de las diferentes generaciones. Estos retrovirus que una vez fueron infecciosos, han mutado con el pase de los años, convirtiéndose en una parte más de nuestra herencia genética.
En otras palabras, la presencia de estos virus en nuestro genoma es el resultado de antiguas infecciones que afectaron a las células, permitiendo que ese material genético viral se integrara en nuestro propio ADN. A medida que esas células se fueron duplicando y transmitiéndose de generación en generación, el ADN viral se heredó junto con el resto del genoma, convirtiéndose en uno más dentro de nosotros.
Fuente: National Geographic