Todo empezó en una cena en julio de 2004. Una frase heló el caluroso verano norteamericano en aquella mesa de restaurante. Las palabras salían de la boca de Elon Musk e interpelaban a Jeff Bezos. “No hagas esa estupidez”, dijo y no era el primer consejo que se escuchaba durante esa velada.
Lo que parecía un encuentro ameno entre jóvenes amantes de la exploración aeroespacial terminó en una de las grandes rivalidades del mundo tecnológico: la de Musk y Bezos, que persiste hasta hoy, dos décadas después. Un hecho que fue divulgado en el libro de Christian Davenport, The Space Barons. ¿El motivo que los enfrentaba? Cómo construir cohetes reutilizables, lo que haría que los viajes espaciales fueran factibles.
El creador de Neuralink y actual dueño de la red social X venía de convertirse en el presidente del consejo y financiador principal de la compañía automovilística más valiosa y transformadora del mundo: Tesla. Bezos había fundado Amazon hacía cinco años y en 2000, Blue Origin. Pasaría mucha agua bajo el puente hasta convertirse ambos en las personas más influyentes ―y ricas―del mundo.
“De hecho, hice todo lo posible para dar un buen consejo, que en gran medida ignoró”, contó Musk después de la reunión. Esa cena no fue una cena más: fue la puerta de entrada a una rivalidad sin retorno. Había empezado la guerra entre “los barones de la ciencia ficción”, aun con muchos puntos en común entre ambos.
Elon Musk y Jeff Bezos tienen varios puntos en común, a pesar de enfrentar una tremenda rivalidad. Además de perseguir sus pasiones, mostrarse metódicos, eufóricos, y con un entusiasmo infantil por momentos, los dos poseen gustos similares.
La niñez fue para ambos, aunque con sus diferencias, una fuente inagotable de imaginación y curiosidad que sentó las bases de su apasionado interés por el espacio y su exploración.
Desde temprana edad, Bezos y Musk se sumergieron en las páginas de libros de ciencia ficción, con especial interés en las obras de autores como Isaac Asimov y Robert Heinlein. En una entrevista al creador de SpaceX le preguntaron cómo había aprendido sobre cohetes espaciales. La respuesta nadie la esperaba. “Leo libros”, dijo el magnate, algo que también le funciona para escapar del estrés. Leer es una forma de evadirse de los problemas.
Bastante parecido es el caso de Bezos cuando explica cómo surgió Blue Origin, su empresa aeroespacial. Además de mencionar la gran influencia de Asimov con El hombre del bicentenario y Yo, robot, entre otras, el creador de Amazon menciona una fecha especial, el día en que todo cambió para él: cuando el hombre llegó a la Luna.
Las historias de mundos lejanos, tecnología avanzada y aventuras intergalácticas despertaron en ellos una fascinación por lo desconocido y lo inexplorado, que los llevaron a fundar a los dos las emblemáticas empresas SpaceX y Blue Origin.
Según cuenta Walter Isaacson en la biografía Elon Musk sobre el creador de Amazon, “como Musk, se embarcó en sus proyectos espaciales más como un misionero que como un mercenario”.
Corría el año 1969. Bezos tenía cinco años, pero se acuerda del hito de la Humanidad como si fuera ayer. El 20 de julio de ese año, el magnate vio la retransmisión televisiva de la misión del Apolo 11, que acabó con Neil Armstrong caminando por la superficie lunar. Define eso como un “momento trascendental” en su vida. Tanto, que lo llevó a financiar seis misiones para recuperar esa nave del océano Atlántico.
Los magnates comparten otro gusto relacionado con la cultura popular: son fanáticos de Star Treck. Bezos se sabe los capítulos de memoria. “Al acabar el instituto como el alumno con las mejores notas, dio un discurso en el que habló de colonizar planetas, levantar hoteles espaciales y salvar nuestro mundo encontrando otros sitios donde construir las fábricas”, detalla Isaacson en el libro.
“El espacio, la última frontera, ¡búsquenme allí!”, solía decir Bezos.
REUTERS/Johannes P. Christo
Tal es u pasión que luce un el parche sobre esta serie y película en su campera. Para conocer su origen, es necesario mencionar al Escuadrón de Cadetes 19 de la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, conocido como Starship 19.
En 1975, obtuvieron permiso por escrito del creador de Star Trek, Gene Roddenberry, para utilizar el nombre y la frase de Starship en el logo de su campera de graduados. Aunque el parche de graduación fue rediseñado, Musk usa el original de 1975, que incluye la frase icónica de la serie televisiva: “Donde ningún hombre ha ido antes”.
Jeff Bezos y Elon Musk se encontraron por primera vez cuando Bezos aceptó una invitación de Musk para visitar SpaceX, en 2004. La relación se iba a tensar por parte de Elon cuando le envió un correo electrónico a Bezos. ¿Qué le decía? Estaba disgustado por no haber recibido una invitación para visitar la fábrica de Blue Origin, en Seattle. Estaba enojado porque la invitación no había sido recíproca.
Bezos decidió invitarlo de inmediato. De la mano de su esposa en aquel momento, Justine, Elon recorrió las instalaciones de la compañía del creador de Amazon. Pero los comentarios esperaron a la cena de ese día. La rivalidad entre ellos ya no tenía retorno y crecería más con los años.
“Eso ya lo hemos intentado nosotros y resultó ser una idiotez, así que te aviso, no cometas la estupidez que cometimos nosotros”, siguió Musk, con aires de grandeza. Según recuerda Bezos en la biografía de Musk, durante la comida, había tenido la impresión de que Musk estaba “un poco demasiado seguro de sí mismo, teniendo en cuenta que aún no había conseguido lanzar ningún cohete”.
La cena terminó con una sensación de incomodidad. Sin embargo, todo iría peor. A partir de 2011, SpaceX consiguió una serie de contratos de la NASA para construir unos cohetes que pudieran transportar seres humanos hasta la Estación Espacial Internacional. Musk necesitaba alquilar las instalaciones de Cabo Cañaveral, con la famosa plataforma 39, esa que Bezos tenía grabada en su mente desde niño.
En 2013, Bezos decidió competir por ella, por razones sentimentales y prácticas. Cuando la NASA acabó concediéndole la licitación a SpaceX, Bezos recurrió. Musk se puso furioso y declaró que era ridículo que Blue Origin recurriera el fallo “cuando no han conseguido poner en órbita ni un mondadientes”. También ridiculizó sus cohetes.
Finalmente, Bezos pudo alquilar un complejo cercano de Cabo Cañaveral, la plataforma 36, que había sido el origen de misiones a Marte y Venus. “La competición de los infantiles millonarios estaba destinada a continuar”, caracteriza Isaacson a este episodio en el libro.
Pero la rivalidad alcanzó su punto álgido en un enfrentamiento que sacudió los cimientos de la industria aeroespacial. El punto de inflexión se produjo cuando Bezos presentó una patente titulada “Aterrizaje marino para vehículos espaciales”.
¿El resultado? La ira de Musk, avivando las llamas de una disputa que amenazaba con dividir el universo de la exploración espacial. Incluso, denunció públicamente la patente de Bezos como un “intento descarado” de reclamar como propio un concepto que había sido discutido durante décadas en la comunidad espacial.
La acalorada disputa entre los dos magnates se intensificó y la batalla por la supremacía en el espacio se convirtió en un duelo de egos y estrategias, con ambos empresarios dispuestos a llegar hasta el final por alcanzar sus objetivos.
El año siguiente, después de que SpaceX presentara una demanda, Bezos accedió a cancelar la patente, pero la disputa siguió.
“El halcón ha aterrizado” quedó grabado en la memoria colectiva. En el año 2015, Musk logró lo que no había podido hasta ese entonces: el aterrizaje del cohete más grande del mundo marcaba un antes y un después en la carrera espacial.
La escena se desarrolló en la sala de control, donde la emoción era palpable y los monitores mostraban el cohete en posición vertical sobre la plataforma, mientras el retransmisor del lanzamiento resonaba con las icónicas palabras de Neil Armstrong al pisar la Luna: “The Falcon has landed”.
La noticia del exitoso aterrizaje del cohete se propagó rápidamente, desencadenando una oleada de celebración en SpaceX. Elon Musk no pudo contener su emoción y se vio envuelto en un torbellino de emociones mientras absorbía la magnitud de lo logrado. La atmósfera festiva se extendió hasta un bar frente al mar llamado “Fishlips”, donde compartió la euforia del momento con sus empleados y testigos privilegiados.
Sin embargo, en medio de la efervescencia y la euforia, la rivalidad entre Musk y Bezos también se hizo presente, con un tuit de felicitación de Bezos que, aunque aparentemente amistoso, encerraba una sutil provocación al referirse al cohete de SpaceX como “suborbital”.
Técnicamente, Bezos tenía razón. La ira volvía al cuerpo de Musk. Y la rivalidad continuó.