Nacho Fernández también irá a hacer el ridículo a Arabia Saudí. Son muchos ya los héroes que allí han perecido en vida, algunos al borde del tercer acto; otros, empezando su viaje. Se les ve caminando por el césped del desierto mientras los rivales, típicos villanos de los videojuegos antiguos que tropiezan con sus propias piernas, les alfombran el golito. En unos cuantos años habrá tantos Nachos, Cristianos, Benzemas y Neymars que incluso podrán
Nacho Fernández también irá a hacer el ridículo a Arabia Saudí. Son muchos ya los héroes que allí han perecido en vida, algunos al borde del tercer acto; otros, empezando su viaje. Se les ve caminando por el césped del desierto mientras los rivales, típicos villanos de los videojuegos antiguos que tropiezan con sus propias piernas, les alfombran el golito. En unos cuantos años habrá tantos Nachos, Cristianos, Benzemas y Neymars que incluso podrán montar un equipillo de toy boys y quedar segundos en el torneo de la cárcel de Teixeiro.
Hay quien dice que la edad justifica la creciente desnaturalización del deporte y la conversión del profesional en enano de circo, que al final es otro tipo de profesional, aunque con menos lustre social. Alfonso Pérez lo tiene clarísimo: «Chavales en plenitud que sacrifican su vida profesional para ir a una liga que no es competitiva. Entiendo que lo haga Cristiano, que ya está de vuelta…». Otros, sin tanta distinción sobre la decrepitud, asumen que el negocio del fútbol no tiene límites. Palabra de Clemente: «Me parece muy bien que se vayan por mucho dinero».
La cosa aquí es debatir: ¿puede el fútbol, como cualquier industria, regirse por el libre mercado a costa de regímenes en los que se vulneran los derechos humanos? Un tuitero asegura que «Nacho se prestará a ser parte de un instrumento, el deporte, que países como Arabia utilizan para lavar su imagen». Otro contesta: «¿Pero qué le recriminas? Le ponen el contrato de su vida, para jubilar a hijos, nietos y bisnietos tras demostrarle al mundo de lo que es capaz». Y podría haber un tercero que recordase un mérito del Madrid: sus gestas pueden pertenecer a un ser superior, sí, pero sin dopaje financiero ni entregarse a los petroestados.
Yo, que soy escéptico por naturaleza, no le pediría a Nacho que se convirtiese en una especie de faro moral, que para eso ya me guío por Jorge Javier. Eso sí, me gustaría preguntarle a estos ex jugadores por qué dicen que se van a Arabia en busca de una experiencia que necesitan vivir con su familia. Imagínenselos: «¿Ves, hija? A esta la van a colgar por feminista, atea y lesbiana». Coño, no se corten: digan que si Juancar vive en Abu Dabi y que si en nombre de la tolerancia, de la diplomacia o de la geoestrategia los líderes mundiales normalizan las satrapías, qué me piden a mí, si soy un futbolista al que se la sopla que utilicen para incrementar su influjo global por 30 milloncejos de euros al año. Y tan amigos. Y la próxima temporada, al Pyonyang FC, y así ven otras cositas.