Cada 4 de junio se celebra el Día Mundial de la Fertilidad con el objetivo de visibilizar los problemas para concebir que afectan a cada vez más personas en todo el mundo y para concientizar sobre la importancia de consultar a un especialista.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce a la infertilidad como una enfermedad que, en algún momento de su vida, afectará a cerca del 17,5% de los adultos. Esto es, alrededor de uno de cada seis.
Sin embargo, en la actualidad, no sólo quienes padecen algún grado de infertilidad acuden a los avances de la medicina en materia de reproducción sino que los adelantos de la ciencia hoy permiten que parejas monoparentales puedan cumplir su deseo de convertirse en madres o padres, así como personas solas acuden a la subrogación de vientre para traer un hijo al mundo aun sin compartir su vida con otra persona.
Pero las cosas no siempre fueron así, y en el camino de ayudar a las personas a concebir, muchos fueron los escollos que la ciencia debió sortear para llegar al actual estado de situación.
El nacimiento de Louise Brown el 25 de julio de 1978, marcó un antes y un después en el manejo de la pareja infértil. Desde ese momento, la ciencia atravesó hitos como la posibilidad de criopreservar embriones, óvulos, tejido ovárico y testicular. También, la aparición de la inyección de un solo espermatozoide a cada óvulo (ICSI), que fue la solución para muchos casos en los que el embarazo no se podía lograr por presentar una alteración en los espermatozoides.
- Nacimiento del primer bebé de probeta
- Desarrollo de la fertilización in vitro y sus mejoras
- Diagnóstico genético preimplantacional
- Vitrificación de gametas
- Ovodonación
- Gestación por sustitución
- Inteligencia artificial en reproducción asistida
Tuvo lugar en el Reino Unido, el 25 de julio de 1978 y marcó un hito histórico en la medicina reproductiva.
Louise Brown fue la primera niña en el mundo nacida tras una fecundación in vitro (FIV).
Y paradójicamente, pese a que el hecho se hizo conocido como “el primer bebe de probeta”, no fue en una probeta donde el fisiólogo Robert Edwards, el ginecólogo Patrick Steptoe y la enfermera especialista en embriología Jean Marian Purdy fecundaron el óvulo de la madre con un espermatozoide del padre.
Fue en el tipo de recipiente de laboratorio conocido en inglés como Petri Dish, o Placa de Petri, que debe su nombre al bacteriólogo alemán Julius Richard Petri.
1980s-1990s: se mejoraron las técnicas de FIV, incrementando las tasas de éxito.
1984: primer nacimiento productos de un óvulo donado. Con el advenimiento de estas técnicas de fertilización in vitro nació la posibilidad de realizar tratamientos en mujeres que tenían fallas ováricas y esto se torna una necesidad.
1992: nacimiento del primer bebé concebido mediante inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), una técnica revolucionaria para tratar la infertilidad masculina, siendo utilizada aun en casos de factor masculino normal.
Consultado por Infobae, médico especialista en medicina reproductiva Agustín Pasqualini (MN 102009), quien es vicepresidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer) y director médico de Halitus Instituto Médico analizó que “a partir de la introducción del ICSI fue posible brindar la posibilidad de ser padres a pacientes que antes no la tenían, aún en aquellos casos en que había unos pocos espermatozoides, o que éstos debían obtenerse por cirugía de testículo o punción de epidídimo”.
“Por otra parte, permitió disminuir la proporción de fallas totales de fertilización -amplió-. En las épocas de la FIV convencional cerca de un 15% de los tratamientos tenían este tipo de fallas de manera inesperada. Mediante el uso generalizado del ICSI esto bajó a un mínimo”.
En los años 90, esta técnica permitió el análisis genético de embriones antes de su implantación, reduciendo el riesgo de enfermedades genéticas.
“La importancia del PGD reside en que hay un porcentaje de embriones que presentan anomalías genéticas y no detienen su desarrollo y, si bien la selección por su morfología (aspecto) para realizar el procedimiento puede ser correcta, muchas veces aquel que tiene un buen aspecto morfológico puede no ser normal”, explicó Pasqualini acerca de la importancia de este avance.
Y amplió: “El diagnóstico genético preimplantatorio es la opción diagnóstica más temprana para parejas con alto riesgo de descendencia afectada por enfermedades genéticas, ya que permite la prevención de desórdenes monogénicos (a nivel de genes) y cromosómicos mediante el diagnóstico de anomalías en los embriones obtenidos por técnicas de fertilización asistida de alta complejidad”.
Así, permite transferir al útero de la mujer sólo aquellos embriones que no presenten la enfermedad genética para la cual la pareja se encuentra en riesgo.
También los avances en el estudio de los mecanismos de implantación hacen un aporte importante para mejorar los resultados de la fertilización asistida. El momento de la implantación es clave para el logro de un embarazo y requiere de un endometrio receptivo, un embrión normal en estadío de blastocisto y un “diálogo químico” entre ambos.
Ya en los primeros años del siglo XXI, la vitrificación, un método avanzado de congelación de óvulos, espermatozoides y embriones, redujo significativamente el daño celular, mejorando las tasas de supervivencia y éxito de los mismos.
“Al haber mejores resultados en el congelamiento y descongelamiento de embriones, se empezó a transferir un embrión por vez -precisó Pasqualini-. Además, esto permitió vitrificar embriones con mayor tranquilidad y contar con bancos de óvulos y espermatozoides para preservación de la fertilidad , ya sea social o por enfermedades fundamentalmente oncológicas, así como para los programas de donación de gametas”.
Con el pasar de los años, la criopreservación cobró más importancia, no sólo porque el tiempo permitió mejorar las técnicas de preservación en frío sino también porque la postergación de la maternidad/paternidad por diferentes razones y el surgimiento de mejoras en tratamientos de enfermedades como el cáncer que pueden dañar la fertilidad y que hoy presentan una buena tasa de supervivencia, colocaron a la criopreservación en el centro de la escena.
“Con el advenimiento de la vitrificación, que mejoró de manera notable los resultados de la criopreservación, empezaron a surgir los bancos de óvulos. Esto permitió realizar tratamientos sin necesidad de la sincronización, ni del tiempo que conlleva hacerlo en fresco, dada la lista de espera de las pacientes”, destacó en este punto Pasqualini.
Los bancos de óvulos, dependiendo de donde sean, permiten tener más información de las donantes, ya sea sobre su genética, sobre el lugar de origen, incluso se pueden ver catálogos con fotos. En Argentina esto último no es posible porque la donación es anónima, entonces se trabaja “tomando en cuenta la raza y las características físicas de la donante y de la receptora para que coincidan”, explicó el especialista de Halitus.
“En la actualidad, los tratamientos con óvulos donados son un porcentaje importante de los tratamientos realizados, dado que las mujeres buscan embarazo a una edad más tardía, y se da tanto en aquellas que buscan su primer hijo, como en otras que, para tener otros hijos, se encuentran en la necesidad de recurrir a la donación”, agregó.
La subrogación de útero es una manifestación de voluntades donde una mujer lleva adelante un embarazo para otra persona o pareja. Se aplica como terapia para toda persona/s que deseen tener un hijo y que no tengan posibilidad de llevar adelante el embarazo, por ejemplo, un hombre, dos hombres, o en el caso de ser mujer, por ausencia del útero, por estar afectado por alguna patología o por riesgo de vida para llevar adelante un embarazo.
“La gestación por sustitución, o mal llamado alquiler de vientre, es uno de los tratamientos que tuvo un gran crecimiento últimamente”, destacó al respecto a Infobae el médico especialista en medicina reproductiva, presidente del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Medicina Reproductiva (Almer) y director Médico de CEGyR, Sergio Darío Papier (MN 75952).
Para él, “las indicaciones por las cuales se realizaría este tratamiento son variables”. “Existen pacientes con ausencia de útero desde el nacimiento o que atravesaron cirugías que resultaron en que su útero se encuentre ausente o no funcionante. Muchas veces, hay condiciones clínicas por las cuales la paciente tiene inhabilitada su posibilidad de gestar, dado que eso podría perjudicar su salud; o ya han pasado por diferentes tratamientos de fertilidad con varios fallos reproductivos y se propone la incorporación de una mujer gestante, para dar luz en el camino -enumeró-. Y, por último, pero no menor, las parejas de hombres que tienen deseos que formar su familia, como las mujeres, ya sea solas o no, que tienen una edad reproductiva muy avanzada en las cuales los riesgos obstétricos son mucho mayores que los posibles beneficios”.
La inteligencia artificial (IA) llegó para quedarse en muchos aspectos de la vida moderna. Y la medicina reproductiva no es la excepción.
En un ámbito de la ciencia en el que desde los inicios de la fertilización in vitro el objetivo fue implementar estrategias que mejoren los resultados de los pacientes, la posibilidad de brindar tratamientos personalizados es un plus para aumentar las posibilidades de éxito.
“La IA contribuye al diseño de protocolos de estimulación ovárica más eficaces y eficientes que se adecuen a cada caso, optimizando la dosis y el momento de administración de los fármacos, agilizando el proceso de los tratamientos de reproducción asistida y, en última instancia, conduciendo a una personalización y a la obtención de mejores resultados clínicos”, explicó en este punto Papier.
Y tras remarcar que “mediante la obtención de una imagen de cada uno de los óvulos, la IA permite analizarlos morfológicamente y clasificarlos según su calidad”, señaló que “para esto, se utilizan distintos algoritmos que nos ayudan a evaluar la morfología del ovocito”.
Asimismo, se pueden analizar los espermatozoides mediante esta tecnología, para utilizar los de mejor potencial reproductivo, y evaluar la morfología de los embriones obtenidos para identificar aquellos con mayor probabilidad de implantación, entre otros usos.
“La incubadora del tipo time-lapse monitorea en tiempo real el desarrollo de un embrión, la calidad y potencial de implantación para luego analizar esos datos mediante algoritmos”, apuntó Pasqualini, para quien “las tecnologías de reproducción asistida no son ajenas a la incorporación de la inteligencia artificial”.
Como fiel reflejo de la vida misma, la ciencia no detiene su andar y en ese caminar, médicos y pacientes vieron que los enfoques integrativos, holísticos, multidisciplinarios y personalizados son los que darán las mayores chances para lograr tener el hijo deseado.