La Medicina del Estilo de Vida (MEV) gana cada vez más adeptos, tanto a nivel global como local.
Se trata de una disciplina que hace foco en el impacto que tiene lo que hacemos todos los días en nuestra salud: tanto que, según demostraron, tienen el potencial de reducir considerablemente el riesgo de contraer enfermedades crónicas no transmisibles (como diabetes, hipertensión, obesidad, Alzheimer), que deterioran la calidad de vida de las personas y causan muertes prematuras.
También, propone un cambio de perspectiva respecto a las interacciones del médico con el paciente, mediante un enfoque holístico que concibe a la persona en todas sus dimensiones (mente, cuerpo, espíritu), y la considera, también, un agente sanitario, con la capacidad de gestionar hábitos que tienen gran impacto en la salud de su organismo.
Medicina del estilo de vida: qué es, cómo y por qué nace
“Es una disciplina nueva, que nace en 2015, en el American College of Lifestyle Medicine (ACLM), debido a que se ha demostrado que los malos hábitos de vida son factores de riesgo para enfermedades crónicas no transmisibles, las cuales son el 70, 80% de las enfermedades”, señala Inés Bartolacci, médica endocrinóloga certificada en MEV por el ACML y co-fundadora de Asociación Argentina de medicina de Estilo de Vida (AAMEVI).
Respecto a sus orígenes, la médica relata que cuando se reunió la evidencia suficiente para demostrar que cambiando los hábitos, disminuía la prevalencia de estas enfermedades, se intentó prestar especial atención “a esa parte de la vida que son los buenos hábitos de vivir”.
“Entonces -explica entusiasmada- se empezaron a poner en los algoritmos de tratamiento, como primer escalón, modificaciones del estilo de vida, para luego dar paso a la farmacología en las escalas que uno va necesitando. Se la llama la medicina el ABC, es el primer escalón cuando el paciente ya tiene una patología”, explica.
Sin embargo, estas modificaciones son eficaces no solamente para tratar (como en el caso de la diabetes y la hipertensión) y mejorar, sino también para prevenir enfermedades.
Prevenir, tratar y mejorar enfermedades
En esta dirección, Bartolacci aclara que la MEV “es más que una medicina preventiva, es una medicina de la salud, porque si uno se mantiene en el rango de los buenos hábitos, está bien alejado de poder caer en enfermedades crónicas no transmisibles, o sea, adquiridas durante la vida por tener malos hábitos”, sostiene.
Bartolacci pone el ejemplo de la hipertensión.
“Cuando en una familia hay hipertensos, se suele decir ´es porque mi mamá o mi papá eran hipertensos´, pero lo que había ahí era un ambiente, no el gen de la hipertensión específicamente. La epigenética, que es la parte de la genética que demuestra cómo los hábitos encienden y apagan, como luces, genes de enfermedades; ha demostrado que uno puede despertar genes. Por eso trabajamos sobre los hábitos, tanto en la salud como para prevenir , tratar y/o generar la remisión de una enfermedad”, sostiene.
Seis pilares sobre los que trabajar
Los pilares en los que se basa la MEV son 6:
1. Alimentación
“La alimentación dejó de ser saludable para pasar a ser una alimentación inflamatoria, está basada en alimentos procesados y de cocciones con agentes totalmente nocivos para nuestra salud, tanto inflamatorios como cancerígenos”, pondera Bartolacci.
Según explica, desde hace ya mucho tiempo, “dejamos de cuidar lo que comemos, cómo lo comemos, con quién lo comemos, cómo cocinamos, dónde compramos. Nuestra alimentación ha ido cambiando, para mal, a lo largo de los años y la industria alimentaria ha avanzado en ese proceso y nadie le ha frenado como para poder cuidar un poco a la población. Fue mas fuerte la industria alimentaria que las organizaciones de salud”, analiza.
Por eso, desde la MEV promueven “una alimentación que sea saludable y consciente”. ´¿Cómo implementarla? Reduciendo al mínimo posible la comida que se vende en paquetes.
“Todo lo que viene envuelto, empaquetado, enlatado, ensobrado, tiene aluminio, tiene conservantes, tiene sustancias cancerígenas; lo ideal es adquirir alimentos naturales, lo que pasa es que duran 2 o 3 días y hay que reponerlos, pero como nadie quiere esa actividad de encargarse todos los días del alimento, envasamos”, analiza.
2. Actividad física
“El sedentarismo es una de las causas principales de factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares. La gente se ha sentado en su casa a ver televisión, mira canales de cable o series interminables, y sobreviene un cansancio físico, que va a ir de la mano de los otros pilares; la conclusión es que la persona, lejos de de tener ganas de salir a caminar o de hacer actividad física, se sienta”, reflexiona la profesional.
Y añade: “El sedentarismo provoca además de un incremento de la obesidad, un aumento de un estado inflamatorio, que junto con todos los otros malos hábitos se transforma en una bomba de tiempo para las patologías cardiovasculares, cáncer, demencia y otras enfermedades”, advierte.
3. Sueño
“En las horas de sueño se producen un montón de movimientos de reparación en nuestro sistema nervioso central, razón por la cual las asociaciones internacionales auspician dormir entre 7 y 9 horas por día, en forma continua, aunque puede haber una interrupción como para ir al baño o cambiar la temperatura, pero no más ni menos que eso, porque ambas están asociadas a obesidad, hipertensión, diabetes y cáncer”, sostiene la médica.
La profesional destaca dos cuestiones fundamentales ligadas al sueño: la primera es la cronodisrupción.
“Esto sucede cuando no hice una buena higiene para irme a dormir: me fui a dormir tarde, tomé alcohol, hice gimnasia tarde, no medité, no cuidé la luz o la temperatura de la habitación donde está la cama”, ejemplifica.
Luego, se refiere a trastornos del sueño que cataloga como “más complicados”: los insomnios, que necesitan otro tipo de tratamientos como por ejemplo una psicoterapia, o incluso las apneas del sueño, que requieren no solo de un acomodo de la cronobiología del sueño, sino de un tratamiento específico con especialistas.
Otro de sus consejos está referido a la siesta, definida como “un momento reparador de nuestro sistema nervioso central, que al estar en decúbito deja de luchar contra la gravedad”, motivo por el cual la recomienda después de los 50 y los 55 años.
“Se propicia una siesta de 30 minutos, aunque sea de reposo, no más que eso porque sino provoca trastorno a la noche, pero sí una pequeña siesta disminuye la frecuencia cardíaca, la presión arterial, y mediante el reposo la mente deja de tener actividad y puedo continuar la otra mitad del día, sobre todo en personas mayores”, recomienda.
4. Gestión del estrés
La médica señala que el estrés no es una enfermedad, sino un estado que las personas tenemos para salvaguardarnos: “hemos sobrevivido después de millones de años gracias a que nuestro estrés nos trajo miedo ante situaciones alarmantes y amenazantes, y hemos tomado actitud con respecto a eso. Lo que pasa es que estamos preparados para el estrés agudo, pero no para el estrés crónico”, diferencia.
De hecho, si el estrés agudo nos puede salvar la vida, el crónico la puede perjudicar. “¿Qué ocurre con el estrés? Mis glándulas suprarrenales me van a ayudar en unos minutos a preparar el cuerpo para algo amenazante, viene un peligro, ya sea real o imaginario, y yo voy a aumentar la atención, la frecuencia cardíaca, la glucosa, mis ojos (pupilas) se van a dilatar, mis músculos se van a tensar; porque me tengo que preparar para la lucha o para la huida”.
Ahora bien, si se trata de estrés agudo, este estado es pasajero. “En cambio, si yo me quedo quieta ante este tipo de situaciones y no tomo decisiones, hace que yo continúe frente a la alarma o la amenaza real o imaginaria (que para mi cerebro es lo mismo), mi cuerpo se agota y empieza a producir cortisol, que es una hormona que nos genera obesidad, hipertensión, diabetes, trastornos del sueño y miles de otras situaciones que nos alteran la vida”, describe.
Y añade: “Cuando una persona está estresada, generalmente sufre, y no toma decisiones ante el estrés. Por eso el tratamiento es más filosófico, es preguntarme qué me está estresando en la vida ¿Qué situaciones son amenazantes para mí? Si no acciono, se tambiénn baja el sistema inmune, empiezo a ser proclive a tener infecciones, y aumenta de nuevo el riesgo no solo de tener enfermedades crónicas sino de tener enfermedades agudas”, relata.
5. Reducir y/o eliminar las sustancias tóxicas
En este punto, Bartolacci es contundente: “No tabaco, no drogas lícitas, porque nuestro cuerpo no está preparado para eso. El alcoholismo ha ido en aumento, en los adolescentes mucho más, ocasiona alteraciones hepáticas, y cuando enfermamos el hígado empieza a enfermar todo el cuerpo, porque nuestro hígado es nuestra fuente de energía, y por lo tanto genera un montón de trastornos que vienen de la mano del alcoholismo”, advierte.
“Si la persona decide beber alcohol, debemos decir que solamente podría permitirse una copa de vino tinto, que es el que tiene más resveratrol, antioxidante y saludable, pero no más de una copa por día, y no acumulativamente, el resto de las bebidas pueden ser ocasionales, una vez a la semana y en forma social, nunca aislado y solo. Porque si la persona toma sola probablemente esté con algún trastorno de depresión o algo que haya que analizar”, manifiesta.
Respecto al tabaquismo, es tajante: “nada, ni un poco, ya que produce una muerte cada 8 segundos en el mundo, provoca vasoconstricción severa que dura más de 4 horas, es un tóxico que nos enferma y nos lleva al riesgo de muerte cardiovascular, esto está demostrado”, alerta.
6. Relaciones positivas
Este probablemente sea el pilar más “novedoso” dentro de los planteados por la MEV. En esta línea, promueven no solo evitar el aislamiento, sino revisar la calidad de las relaciones que mantenemos, el impacto en nuestra subjetividad, y el bienestar logrado por estar o no en consonancia con, por ejemplo, la sexualidad deseada.
“El aislamiento social es un factor de riesgo independiente para demencia y cáncer, porque al estar aislado, mi cerebro vuelve a sentir lo que le pasaba en la sabana africana cuando uno se alejaba de la tribu: el que se alejaba se tornaba vulnerable y se comienzan a generar situaciones de miedo inconsciente, porque me pongo cualquier situación se torna más riesgosa, porque nadie me ayuda y nadie me defiende”, plantea.
En este punto, diferencia soledad de aislamiento: “Si hablamos de soledad, estoy físicamente aislado, pero estoy conectado con otras personas: tengo a quien llamar por teléfono, con quien viajar, el fin de semana tengo con quien salir, tengo a quien llamar a las 3 de la mañana si me pasa algo”, precisa.
Y contrapone: “en cambio, la persona que esta aislada, no solo es en el plano físico sino emocionalmente, está separada de otras personas por trastornos vinculares, lo cual hace que si esa persona no toma consciencia, se le sume un factor de riesgo más para eventos cardiovasculares”, señala.
A su vez, la sexualidad también está contemplada dentro de lo que es la MEV, y debe estar alineada con los deseos personales.
“No hay una sexualidad única, ni buena, ni la mejor, si yo quiero tener una vida sexual activa, la tengo que tener con bienestar, pero si los hombres están con impotencia y no preguntan, las mujeres están con anaorgasmos y nunca consultan, o hay dificultades anatómicas y no se consultan, difícilmente se va a tener un bienestar”, detalla.
En este sentido, la sexualidad no está desvinculada de la vida de la persona, como un todo.
“Una cosa se conecta con la otra, porque si yo me voy a dormir con una persona con la que tengo un mal diálogo, a la que prácticamente considero una enemiga, al otro día voy a estar malhumorada, voy a comer para compensar. Quien quiera atender su estilo de vida, debe atender todos los pilares. La MEV integra todo y por eso tenemos una rueda, porque no hay ninguno principal: podes acomodar uno y se te desbarajusta el otro”, explica.
6 pilares: ¿Hay alguno que tenga más impacto?
Si bien, como aclara Bartolacci, todos los pilares son imprescindibles según esta perspectiva, también, se sabe, que tanto en la vida moderna como atendiendo las particularidades de nuestro país, no resulta sencillo controlarlos todos.
“¿Hay uno que sea más relevante o que tenga más que los otros?” Le consultó Clarín a Bartolacci .”Para mi la gestión de estrés: en un país como el nuestro, donde te estresas estés bien, estés mal, estés con trabajo, sin trabajo; creo que los argentinos nos llevamos el estrés al cuerpo sin gestionarlo”, reflexiona.
Analizando las causas de que esto suceda, reflexiona: “No hay inteligencia emocional, nosotros trabajamos mucho con un capítulo que se llama salud laboral ya que en los trabajos nadie contempla el bienestar laboral, si bien hay departamentos de recursos humanos en la mayoría de los casos de lo único que se ocupan es de la incorporación y la desvinculación de empleados, pero no del bienestar. Creo que estamos atacados de estrés por todos lados, y no hay herramientas para trabajarlo”, cierra.
➪¿Tenés alguna duda sobre salud y bienestar que te gustaría que abordemos en notas de la sección? Escribinos tu consulta a buenavida@clarin.com. Y si querés recibir cada 15 días en tu casilla el newsletter de Buena Vida, suscribite acá.