Dr. Fernando Mugarza, director de desarrollo corporativo y comunicación (Fundación IDIS)
En la práctica de la medicina, más allá de los avances tecnológicos y los procedimientos médicos, existe un componente fundamental que a menudo se pasa por alto: el humanismo y el profesionalismo. Estas cualidades son la base de una atención médica verdaderamente compasiva, centrada en el paciente y que valora la dignidad y el bienestar humano por encima de todo.
En el vertiginoso avance de la medicina moderna, con sus tecnologías de vanguardia y sus descubrimientos innovadores, a menudo podemos perder de vista los valores humanos fundamentales que deben guiar la práctica médica. En un mundo donde la tecnología y la eficiencia son vitales, es más importante que nunca recordar la necesidad de impulsar el humanismo y el profesionalismo en la medicina.
La medicina, en su esencia, es un acto de servicio hacia los demás. Los profesionales sanitarios, ya sean médicos, enfermeras, o cualquier otro miembro del equipo de salud, deben sentir una verdadera vocación de servicio hacia aquellos a quienes atienden. Esta vocación va más allá de la mera aplicación de tratamientos médicos; implica un compromiso con el cuidado integral de la persona, teniendo en cuenta no solo su enfermedad, sino también sus emociones, su contexto social y sus deseos y preferencias individuales.
Estas cualidades son la base de una atención médica verdaderamente compasiva, centrada en el paciente y que valora la dignidad y el bienestar humano por encima de todo
Cada paciente es único y merece ser tratado con dignidad, respeto y compasión. Es esta vocación de servicio la que impulsa a dedicar toda una vida al cuidado de los demás, a veces sacrificando tiempo y comodidad en aras del bienestar de aquellos que sufren por el motivo que sea.
Sin embargo, en el mundo moderno, la tecnología ha adquirido una importancia sin precedentes en la práctica médica. En este sentido, es crucial equilibrar el uso de la tecnología en la medicina con una atención empática y centrada en el paciente. Si bien los avances tecnológicos han revolucionado la práctica médica y han permitido diagnósticos más precisos y tratamientos más efectivos, no deben eclipsar la importancia de la relación médico-paciente y la comunicación emocional entre personas. Los pacientes necesitamos sentirnos escuchados, comprendidos y respetados, y esto solo se logra a través de una comunicación empática y sensible por parte de los profesionales de la salud.
Una parte fundamental de esta comunicación empática es la capacidad de ponerse en nuestro lugar, de comprender nuestras preocupaciones, temores, miedos y necesidades. Es el principio básico de tratar a los demás como nos gustaría ser tratados a nosotros mismos o a nuestros seres queridos. Este enfoque humanista en la medicina no solo mejora la experiencia asistencial, sino que también fortalece la relación médico-paciente y fomenta la confianza y la colaboración mutua.
La medicina necesita volver a sus raíces humanistas y reforzar el profesionalismo y la vocación de servicio entre los profesionales de la salud
Además, es importante reconocer la necesidad de evolucionar de una sociedad medicalizada a una sociedad centrada en la prevención y los hábitos saludables. En lugar de esperar a que surjan problemas de salud para intervenir, debemos adoptar un enfoque proactivo que promueva la salud y el bienestar desde una edad temprana. Esto implica educar a la población sobre la importancia de llevar un estilo de vida saludable, fomentar la actividad física, una alimentación equilibrada y la gestión del estrés, entre otros aspectos.
Asimismo, es crucial la capacitación y habilitación para que podamos tomar un papel activo en la gestión de nuestra propia salud. Ya no se trata solo de seguir las indicaciones del médico de manera pasiva, sino de convertirnos en agentes activos en el proceso asistencial. Esto significa proporcionar la información y las herramientas necesarias para que podamos tomar decisiones informadas sobre nuestra salud, participar en la toma de decisiones médicas y ser copartícipes en nuestro propio cuidado. La comunicación emocional juega un papel crucial en este equilibrio. Los pacientes no somos simplemente conjuntos de síntomas que deben ser tratados; somos seres humanos completos y complejos con necesidades emocionales y psicológicas.
En resumen, la medicina necesita volver a sus raíces humanistas y reforzar el profesionalismo y la vocación de servicio entre los profesionales de la salud. Solo así podremos construir un sistema sanitario verdaderamente humano, compasivo y efectivo para todos.