Caracas.- Después de una estancia imprevista en el espacio de nueve meses, los veteranos astronautas de la NASA Sunita Williams y Butch Wilmore regresaron por fin a la Tierra este martes, concluyendo una misión más larga de lo deseable en la Estación Espacial Internacional (EEI). Acompañados por otros dos colegas, su compatriota Nick Hague y el ruso Aleksandr Gorbunov, Williams y Wilmore tuvieron un amerizaje suave en las costas de Florida, a bordo de una nave espacial de la empresa SpaceX que fue recibida en el mar por un grupo de delfines. Ahora les toca afrontar varios problemas de salud causados por su exposición prolongada a la radiación y, sobre todo, a la microgravedad.
Los efectos de los vuelos espaciales de larga duración en el cuerpo humano están bastante documentados desde hace décadas, en especial por las expediciones realizadas en la Unión Soviética y, después, Rusia en las estaciones espaciales Salyut y Mir. El récord mundial de días consecutivos en órbita lo ostenta el cosmonauta ruso Valeri Poliakov, que pasó 437 días a bordo de la Mir, del 8 de enero de 1994 al 22 de marzo de 1995.
Con 286 días, el periodo de permanencia de Wilmore y Williams excede el período normal de seis meses para la rotación de la tripulación de EEI. ¿Qué provoca permanecer tanto tiempo orbitando? Primero, la atrofia muscular, un problema ineludible a pesar de la actividad física que realiza la tripulación diariamente.
Si no hay gravedad, los músculos, especialmente los de las piernas y la espalda, no deben esforzarse tanto como en el suelo terrestre, lo que provoca su deterioro. La ausencia de gravedad también provoca que los huesos, especialmente aquellos que más resisten el peso corporal, disminuyan su densidad.
Con 286 días, el periodo de permanencia de Wilmore y Williams excede el período normal de seis meses para la rotación de la tripulación de EEI. ¿Qué provoca permanecer tanto tiempo orbitando? Primero, la atrofia muscular, un problema ineludible a pesar de la actividad física que realiza la tripulación diariamente.
Si no hay gravedad, los músculos, especialmente los de las piernas y la espalda, no deben esforzarse tanto como en el suelo terrestre, lo que provoca su deterioro. La ausencia de gravedad también provoca que los huesos, especialmente aquellos que más resisten el peso corporal, disminuyan su densidad. Reseñó La Voz de Galicia.
Adicionalmente, los astronautas que permanecen largos periodos en el espacio padecen el denominado síndrome neuroocular vinculado al vuelo espacial. En microgravedad, la presión en los ojos y el cerebro se incrementa, lo que repercute en la visión. Sin la fuerza gravitatoria que impulsa los fluidos descendiendo, la sangre y otros fluidos corporales se reubican en la parte superior del cuerpo, provocando inflamación en la cara y disminuyendo la carga laboral del corazón.
Esto podría causar una hipotensión ortostática, la reducción de la tensión arterial al levantarse al volver a la gravedad terrestre. Estos casos pueden resultar en dificultades de equilibrio y coordinación.