Vivimos en los tiempos de la inteligencia artificial y, claro, Instagram no queda al margen de esta revolución, en la que parece que cualquier producto o servicio que no integre la IA de algún modo, se está quedando en el pasado. Algún día hablaremos más en profundidad de este punto, pues es cierto que en muchos casos esta tecnología tiene mucho y muy bueno que aportar, pero hay otros muchos casos (y me planteo si éste lo es) en los que, como mínimo, me genera dudas.
Según ha revelado el investigador Jonah Manzano, Instagram está probando una nueva función de comentarios generados por IA, integrada directamente en la interfaz de usuario. Al visualizar una publicación, aparece un icono con forma de lápiz junto a la barra de texto para comentar. Al tocarlo, se activa Meta AI, que analiza la imagen del post y genera automáticamente tres sugerencias de comentario. Si ninguna encaja, es posible refrescar las opciones para recibir nuevas propuestas. Todo, sin necesidad de escribir una sola palabra.
No es una prueba aislada. Meta ha confirmado que está trabajando activamente en la integración de su inteligencia artificial en distintos espacios de interacción dentro de sus plataformas: comentarios, feeds, grupos, búsquedas… Ya lo vimos el año pasado en Facebook, donde experimentaron con sugerencias automáticas en publicaciones. Ahora es el turno de Instagram, probablemente el entorno más visual y “emocional” del ecosistema Meta. Y en ese contexto, la automatización del lenguaje plantea algunas preguntas incómodas.
La más evidente tiene que ver con la autenticidad de la interacción. ¿Qué valor tiene un comentario si no ha sido escrito por quien lo firma? ¿Es preferible una frase generada por IA, pero correcta, a un “qué guay” escrito sin pensar? Y, sobre todo, ¿qué tipo de conversación estamos fomentando cuando delegamos en una máquina una de las pocas formas de contacto humano que todavía quedaban más o menos intactas en las redes sociales? Porque sí, es cierto que muchos comentarios son ya de por sí impersonales, genéricos o incluso vacíos, pero también lo es que, al menos, eran un gesto deliberado. Una elección.
Automatizar ese gesto quizá ahorre tiempo, quizá incluso anime a más gente a participar. Pero también automatiza parte de la intención que hay detrás del comentario, y en ese proceso algo se pierde. No porque una IA no pueda generar una frase bonita, sino porque no nace de una conexión real con lo que estamos viendo. Y eso, en una red social que vive del “me gusta” y de los vínculos entre personas, no deja de ser un dilema interesante. Al final, más que preguntarnos qué puede hacer la IA por nosotros, tal vez debamos preguntarnos qué queremos seguir haciendo nosotros por nuestra cuenta.