La Tierra esconde cicatrices de su pasado más violento, y algunas de ellas solo son visibles desde las alturas. En el centro del desierto del Sahara, una inmensa mancha negra interrumpida por destellos dorados desconcierta a quienes la observan desde el espacio.
Se trata de Haruj, un campo volcánico que, pese a estar extinto, sigue contando la historia de un tiempo en el que el fuego dominaba la Tierra. Su presencia desafía las leyes de la geología y plantea preguntas que los científicos aún intentan responder.
Haruj: El enigma volcánico que mancha el desierto

Desde la órbita terrestre, Haruj se asemeja a un derrame de tinta sobre la arena dorada. Con 44.000 kilómetros cuadrados de extensión, este antiguo campo volcánico es uno de los más extensos de África. Sin embargo, su origen sigue envuelto en misterio.
A diferencia de otros volcanes que nacen en los bordes de las placas tectónicas, Haruj surgió en un lugar donde no debería haber existido. Aquí, la lava no brotó de fracturas en la corteza terrestre, sino que emergió directamente del manto profundo, dejando tras de sí un paisaje extraño, formado por rocas solidificadas y sombras interminables.
Lo más inquietante es su aspecto: una superficie de lava fosilizada que absorbe la luz, interrumpida solo por la arena dorada que se cuela en sus grietas y cavidades. Desde el espacio, la imagen de Haruj es tan surrealista como confusa, un testimonio visual de la brutalidad de la Tierra en sus días más caóticos.
Un cementerio de volcanes

En su interior, Haruj alberga cerca de 150 volcanes extintos, algunos de ellos pequeños conos y otros gigantes en forma de escudo. Según el Programa de Vulcanismo Global del Smithsonian, algunas de estas formaciones datan de hace 6 millones de años, mientras que otras erupcionaron en tiempos más recientes.
Desde el cielo parecen simples sombras, pero en realidad son:
- Respiraderos y cráteres de más de 100 metros de altura.
- Capas de lava apiladas en formas caóticas, testigos de antiguas erupciones.
- Una elevación máxima de 1.200 metros sobre el nivel del mar, que se alza como una fortaleza en medio del Sahara.
Haruj no solo es una anomalía geológica, sino también un recordatorio de que el pasado de la Tierra sigue vivo, esperando ser descubierto.
Un volcán fuera de lugar

La mayor incógnita de Haruj es su ubicación imposible. Mientras que la mayoría de los campos volcánicos surgen en zonas de actividad tectónica, Haruj apareció en un lugar donde no debería haber fuego.
Los científicos creen que se originó por un penacho del manto, una columna de magma que ascendió desde las profundidades, similar al fenómeno que alimenta el volcán Kilauea en Hawái. Sin embargo, su formación continúa siendo un rompecabezas sin resolver.
Algunos investigadores argumentan que el campo podría estar dividido en dos regiones: Al Haruj al Aswad (al norte) y Al Haruj al Abyad (al sur). Sin embargo, la mayoría coincide en que se trata de una única entidad geológica, un fragmento del infierno antiguo que quedó petrificado en medio del desierto.
Con cada imagen satelital y cada estudio, Haruj revela un poco más de su historia, pero sigue siendo un fantasma geológico que recuerda que la Tierra nunca deja de sorprender.